María nos enseña hoy a dirigir la mirada hacia lo alto: a confiar en el Señor y encomendarnos a Él. Un gesto a través del cual reconocemos que no podemos hacer todo solos; que no somos los artífices de nuestro propio destino; que nos necesitamos mutuamente y que, juntos, necesitamos a Dios. El Señor nunca nos deja solos, nos lo ha prometido; pero somos nosotros los primeros que debemos creerlo, empezando por desprender nuestra mirada de las cosas terrenales para aprender a fijarla en el Cielo, de donde nos viene la ayuda
¡Madre del Cielo que linda eres! Gracias por todas las bendiciones y gracias recibidas hoy.